viernes, agosto 04, 2006

El rostro

Bruno Marcos
Creo que era Miguel Marías el que dijo que sólo por lo que el cine nos ha dado de conocimiento del rostro humano deberíamos estarle agradecidos.
Finalmente me hice con los dvds de Vientos de Agua. En el último episodio, después de bastantes altibajos narrativos, Campanella centra el final en la vuelta de Héctor Alterio, interpretando a Andrés Olaya, a su pueblo asturiano encaramado en borrascosos montes horadados por la mina.
Lo más sorprendente es que, en el momento en el que Héctor ve por primera vez el pueblecito, desde lo alto, después de 70 años en la Argentina, casi no se nos muestra lo que él observa sino solamente la transformación del rostro del actor.
Alguien que no hubiera seguido la serie sabría exactamente lo que ese anciano está contemplando, sabría que se trata del dolor que alguien siente al descubrir algo que tan sólo estaba ya en su memoria, algo destruido que emerge frente a uno para decirle que, como ello, él es igualmente fantasmal, que el hecho de que siga vivo es algo tétrico.
De hecho, Campanella soluciona su final con una procesión a lo Pedro Páramo de los fantasmas de los personajes de la vida de Andrés.
Bill Viola hacía algo similar en algunas de sus obras: Actores que rompían en dolor al pasar ante la cámara. Nadie sabe lo que se contempla pero la reacción en esos rostros lo hace evidente.
Al fin Andrés Olaya resiste a las llamadas de los muertos y sigue viviendo para coger en sus brazos a su nuevo nieto, no si antes saborear la venganza al contemplar al franquista asesino de su familia, solo y enfermo sufriente, orinarse encima ante el miedo a ser ajusticiado por los fantasmas víctimas de sus crímenes.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No he leido ni una linea, pero te mando un saludo desde Jupiter.

agosto 04, 2006 9:42 p. m.  

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